Ayer fui de compras. No me gusta , al contrario, me parece una enorme pérdida de tiempo y prefiero hacerlo por internet, a mi ritmo y comprando lo que de verdad necesite. Yo admiro a la gente que va a Zara y encuentra cosas, porque yo entro y no veo absolutamente nada cuando llego. Es todo tan blanco y tan distanciadas unas prendas de otras (y tan mezcladas en alguna ocasión y de forma bastante contradictoria a la par) que casi no sabe uno por donde empezar.
La cuestión es que cuando pienso en esas cosas, me viene a la mente Mark Zuckerberg (y los Simpson, para que engañarnos) y es que este hombre, con mil cosas importantes en su cabeza, acostumbra a vestir con camiseta gris básica, sudadera con cremallera y jeans oscuros o negros.
En alguna ocasión ha dicho que esto lo hace para reducir la “fatiga de decisiones” y es que, querido lector, esta idea está inspirada en la psicología cognitiva, es decir, cuanto menos decides en cosas sin importancia o triviales, más energía mental conservas para aquellas otras que son realmente importantes.
"Quiero tomar la menor cantidad posible de decisiones sobre cualquier cosa que no sea cómo servir mejor a esta comunidad." —Mark Zuckerberg
Es curioso porque al renunciar a la moda, Zuckerberg construye su propia imagen de poder. Pretende y consigue transmitir una idea sobre su valor, refiriendo que este no reside en lo superficial, sino que lo hace en su intelecto y su misión. No vale más por tener un pantalón puesto que valga millones de dólares, sino que es su inteligencia la que aporta su valor a quién es y qué representa.
En este preciso instante estarás pensando “wow, que simpleza de argumentos y que loable su actitud”, pero nada más lejos de la realidad, pues esta simplicidad está altamente calculada y su idea no forma parte de un simple descuido, lo hace con una estética basada en el poder minimalista, ¿no te acuerdas de Steve Jobs con sus jerséis negros de cuello alto? Pues eso.
Todo lo anterior, también tiene la podemos valorar desde la mirada foucaultiana. Vale, ya se, me vas a decir que no entiendes ni de qué ni de quién te estoy hablando, pero esa respuesta te la doy yo ahora.
¿Quién era Michael Foucault? Pues un filósofo francés que estudió cómo el poder se ejerce de múltiples fórmulas, lejos del simple “ley y castigo”. Hay formas más sutiles como discursos, normas sociales y prácticas de la vida diaria que controlan nuestros cuerpos, mentes y acciones, ¿entiendes ya por dónde voy?
Foucault sostenía que, en las sociedades modernas, el cuerpo no es algo simple y neutro, sino que está regulado por medio de una serie de reglas implícitas tales como cómo debes comportarte, moverte o qué ropa debes ponerte en el trabajo. Es por ello que el cuerpo se convierte en algo productivo, controlado y eficiente. Para que lo entiendas mejor, cuando eras pequeño e ibas a misa (yo tengo más años que un bosque), debías vestirte “adecuadamente”, sentarte recto, no moverte… todo eso es disciplina interiorizada.
La idea central de lo que Foucault sostenía es que no hace falta que alguien nos vigile todo el tiempo, si no que estamos entrenados para establecer nuestra propia vigilancia, es decir, nos auto-vigilamos.
Volviendo al caso Zuckerberg y su “no moda”. Cuando él decide vestirse cada día igual, no lo hace ni por falta de dinero ni por simple rebeldía, lo hace por eficiencia por un lado y por una productividad extrema por el otro “si no tengo que pensar en qué ropa debo ponerme, tendré más energía para trabajar. Sin embargo, si lo viéramos con la perspectiva de Foucault explicada anteriormente podríamos considerar que él está disciplinando a su propio cuerpo, eliminando el deseo de expresarse por medio de la ropa. Se somete a un discurso productivista cuando asume que su identidad está completamente subordinada a la lógica de trabajar más y decidir menos. Finalmente, la auto-vigilancia, él mismo decide su outfit y se lo impone como un estilo que refuerza su rol de líder eficiente y racional.
El imperio de Amancio Ortega tampoco escaparía a esta crítica foucaultiana, ya que se puede considerar una institución de control blando. No te alarmes, no estoy criticando su empresa ni su forma de gestionar o marcar la moda en este país y en el mundo, pero con todo lo visto anteriormente, podemos establecer paralelismos:
Zara tiene colecciones nuevas cada pocas semanas, creando de este modo una urgencia en sus fashion victims, es decir, que en cierto modo es quién regula sus deseos.
Por otro lado, sus colecciones ofrecen una estética aspiracional ligeramente asequible, para que de este modo todos entren en el juego de “estar a la moda”.
Las personas, en la era que nos ha tocado vivir, comparamos constantemente nuestra imagen con lo que vemos en escaparates y redes sociales, por lo que fomenta de este modo la auto-vigilancia que mencionábamos.
Zara convierte a sus consumidores en personas que se controlan a sí mismos, para estar siempre acordes a la moda, actualizados, sin que nadie se lo imponga de una forma explícita. Para Zara, el cuerpo representa a una persona que debe estar alineada con la estética vigente en el momento. Sus maniquíes tratan de representar lo que para ellos es el cuerpo ideal y las tallas y cortes estandarizados excluyen a cuerpos no normativos. El mensaje es claro; “entra en esta forma o serás invisible”. Con ello genera un tipo de poder disciplinario sobre el cuerpo en que las personas (principalmente nosotras, las mujeres) pensamos “yo debo adaptarme a la moda y no al revés” (ya entraremos en este debate en otra ocasión).
Si te paras a pensar, Amancio es en su sector como es Zuckerberg en el suyo “eficiencia por encima de todo”, pues ha diseñado un sistema de producción que vende no solo la ropa, sino la inmediatez, respuesta, velocidad… moda instantánea. Disciplina del tiempo y del deseo, sin una pausa: si no consumes hoy, mañana será ya tarde.
En conclusión, podemos establecer un paralelismo entre la moda establecida por Amancio Ortega en su cadena y la no moda establecida por Zuckerberg eligiendo vestir siempre de igual forma. El primero disciplina el deseo por medio del cambio constante, el segundo, disciplina el yo a través de la repetición, en ambos casos podemos observar dos sistemas de auto-vigilancia. El primero vende la “libertad en el vestir” y el segundo “la libertad de no pensar en qué vestir” pero ambos tratan de construir sujetos funcionales para el sistema; regulados, predecibles y productivos.
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📚Bibliografía
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