El silencio ya no puede esconderse
Marc pegó un volantazo, solo estaba a 15 minutos de allí, pero por carreteras secundarias por las que pasaba un solo vehículo. El móvil no paraba de sonar y Peper seguía sin poder acceder al sistema. Cuando llegaron, la puerta de la cochera estaba abierta. Peper soltó un grito y Marc frenó en seco y saltó del coche.
-Kate!! Kate!!!! nooooooo - gritó Marc.
Kate era el fiel compañero de vida de Marc. Lo había acompañado durante los últimos 15 años. Se hizo cargo de él cuando era cachorro y desde entonces fueron inseparables. Por la formación profesional que poseía Marc, pasó muchos años lejos de su familia y amigos. Incontables viajes y horas de carretera, muchos domicilios y ningún hogar… lo único que le recordaba que todo eso merecía la pena y le hacía sentirse vivo en los duros momentos, era llegar a casa y que su fiel amigo le estuviera esperando. Kate era completamente negro salvo por una franja blanca que coronaba la parte alta de su pecho, hasta llegar a su cuello. Al ser un perro de raza pitbull, su cuerpo estaba musculado y le daba ese toque fiero al que mucha gente temería. Acompañaba a Marc en sus entrenamientos, de ahí que la musculatura de Kate fuera tan marcada, no pasaba un día sin disfrutar de las salidas con su dueño.
Inicialmente su nombre fue Alikate, pero al ser tan largo, acabó quedándose en Kate. El nombre sonaba tan cariñoso como lo era él, que no cesaba en deshacerse en babas y lametones con las personas a las que notaba que Marc tenía cariño.
Cuando llegaron Marc y Peper a la casa, el panorama era desolador. Kate yacía en un charco de sangre en el suelo de la cochera. Automáticamente Marc fue a su encuentro mientras gritaba. Trató de reanimarlo, pero fue en vano. En su cuello se podía vislumbrar un enorme corte por el que brotaba sangre.
- ¿Quién te ha hecho esto amigo? – gritó Marc, esperando una respuesta que no llegaba. – Te prometo que les haré lo mismo que te han hecho a ti esos cabrones – gritó de nuevo mientras levantaba a su fiel amigo y lo apretaba contra su pecho.
Peper miraba la escena horrorizada. Se encontraba arrodillada a escasos a metros de donde yacía Kate, con los ojos llenos de lágrimas. Claramente la llegada de la carta no había sido algo accidental y este hecho lo confirmaba. Levantó la vista buscando la mirada de Marc, y fue entonces cuando lo vio.
El garaje de la casa era muy amplio, con dos puertas de acceso y capacidad para unos 4 vehículos. Las dos puertas daban a la vía de acceso hacia la puerta principal de la casa y la parte de atrás del garaje, estaba marcada por 4 grandes ventanales que permitían ver, con la luz natural, el valle que se localizaba justo en la parte de atrás.
Todo estaba pintado de blanco y las puertas de acceso, automáticas, eran de color marrón, a juego con las baldosas del suelo de imitación madera. En el medio de la pared del fondo, donde antes estaba el 4x4, Peper pudo comprobar claramente como alguien había escrito con sangre el número 8.760 y una fecha que señalaba al suelo. Al final de la fecha había un sobre, esta vez algo más grande que el recibido con la carta.
- Marc, mira eso. – dijo Peper en tono serio mientras señalaba a la pared.
Marc continuaba asiendo a Kate entre sus brazos, ajeno a todo lo que ocurría a su alrededor. Siguió el dedo de Peper con la mirada y cayó en la cuenta de lo que Peper había visto instantes antes.
- ¿Pero que mierdas es eso? – dijo en tono enfadado mientras Peper se acercaba a por el sobre.
Peper miró la pared, aparentemente no se veían huellas, pero sabía que tenía que llamar a Úrsula antes de tocar nada. Se agachó a recoger el sobre, tratando de agarrarlo por una esquina para evitar tocarlo más de lo debido. Esta vez, el sobre no estaba cerrado, simplemente con levantar su solapa pudo acceder a su contenido.
Un papel blanco tamaño folio, doblado por la mitad la estaba esperando. Tiró de él hacia afuera y, sujetándolo por una de las esquinas, leyó lo que ponía en voz alta para que Marc lo escuchara también:
7. "Cuando el mar se traga el faro, ya no hay costa segura. En Galicia, incluso la niebla sabe guardar secretos... pero también sabe revelarlos."
De nuevo, otra frase sin aparente sentido para ellos, acababa de aparecer antes sus ojos. La frase estaba escrita con una caligrafía pulcra y excepcional. Carecía de faltas de ortografía y esta vez tampoco contenía ninguna firma.
- Creo que ya es hora de que llamemos a Úrsula – dijo Peper.
Marc se encontraba aún inmóvil sujetando a Kate, sin poder reaccionar ante su inminente pérdida y en semejantes circunstancias. Colocó con cuidado a su amigo de nuevo el suelo y con las manos ensangrentadas sacó su teléfono del bolsillo.
- Soy Marc, te voy a pasar unas coordenadas, necesito que mandes rápidamente un equipo a nuestra casa. Creemos que nos han encontrado y necesitamos tu ayuda.
Al otro lado del teléfono, Úrsula movilizó un equipo para trasladarlo con inmediatez al lugar. Si recibía una llamada de Marc desde su número personal, es que la cosa era seria.
Marc inspeccionó la cerradura de la puerta de la cochera, luego recorrió cada ventana con la mirada, en busca de algo fuera de lugar... alrededor de Kate, el charco de sangre. Ni una huella, todo pulcro. En la pared, el número escrito con la sangre de su amigo, los miraba en tono jocoso. Una broma de mal gusto.
Peper se dirigió a comprobar la red por si las cámaras hubieran podido grabar algo antes de la desconexión. El cable de fibra de acceso a la vivienda parecía intacto, por lo que sólo quedaba pensar en que los asaltantes llevaran un equipo que inhibiera la señal o se hubiera producido un hackeo remoto.
Mientras Marc continuaba examinando el garaje, ella se dispuso a hacer lo mismo en el interior de la casa. La puerta de acceso no estaba forzada, continuaba cerrada, pero la casa disponía de muchas ventanas y no sabían quién había hecho esto.
Ahora tocaba esperar la ayuda de Úrsula para comenzar a obtener respuestas. Una cosa estaba clara, no era casualidad… Se disponía a subir las escaleras de acceso a la planta superior, cuando se percató de la foto hallada en el suelo.
En ella dos niños y una niña estaban posando con una noria de fondo en las fiestas de lo que parecía ser un pueblo.
Por fin reconoció la foto, por fin reconoció a la Peper del pasado con sus dos amigos en las fiestas de su ciudad aquel verano. No entendía cómo aquella foto había podido llegar hasta allí. Tampoco sabía cómo pudieron colocarla en la escalera si haber forzado la puerta. Un grito seco, de esos que salen del alma, escapó de su garganta. El pasado la había encontrado. Y esta vez no iba a esconderse.
Ya no tenía ninguna duda, ya sabía quién era la persona que había hecho todo esto y sabía que buscaba. La buscaba a ella.