¿Quieres que te diagnostique?
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Estás frente a la pantalla de tu móvil o de tu ordenador. Yo te pido que hagas algo, sencillo.
Cierra los ojos e imagina que estás sentado en la playa. Con tus manos tocas la arena, notas como se te escurre entre los dedos, escuchas las olas ir y venir, el viento acariciar tu piel…
¿Ha sido fácil no? te has imaginado una playa, con su arena, sus olas, su sol dando directamente en tu cara… ¡oh! ¿Qué me dices? ¿no ves nada? ¿todo fundido a negro?
Siéntate, tenemos que hablar.
Si eres de esos a los que de pequeños les decían que para dormir, podías contar ovejas y no era capaz de ver en su cabeza una oveja, y tampoco has podido imaginarte la playa que te mencioné anteriormente, puede ser que padezcas una patología denominada Afantasía.
El término afantasía fue acuñado por el neurólogo cognitivo Adam Zeman y su equipo allá por 2015. Como ves, tan solo hace unos 10 años del nombramiento de este curioso fenómeno cognitivo y fue todo a partir del estudio de personas que reportaban una ausencia total de imaginación visual voluntaria (Zeman et al., 2015).
El psicólogo británico Sir Francis Galton ya se percató en la década de 1880 de que muchas personas no tenían ese poder de visualización. No podían imaginar el sonido de un trueno, la forma de una silla o como le quedaba a su mujer su vestido favorito, pero como ya habrás podido deducir, ese campo de estudió quedó en el olvido hasta 2015, en que creció el interés científico y popular.
¿Qué implicaciones tiene esto en la vida real? no veo el problema.
Ahora estarás pensando que muy guay lo del término y lo descubierto por Zeman, pero que no ves cual es la influencia de esto en la vida real, y ya te digo yo que es complejo en verdad.
Si me paras por la calle y me pides que te indique una dirección y tu padeces afantasía, cuando yo te diga “en el edificio rojo que pone Pepsi en grande, ¿te das cuenta?” pero tú no te vas a dar cuenta porque tu capacidad de imaginar es de cero y no verás el edificio en tu mente, por lo que memorizarás mis instrucciones en el sentido de “derecha, derecha, tercera calle izquierda, recto, fin”.
Ni que decir tiene que, cuando tu mujer te diga de compras en Zara: “¿qué vestido crees que me quedaría mejor cariño?” como no te la puedes imaginar con ninguno de los dos, no tendrás una respuesta, ella dirá que no la entiendes y empezarás una discusión sin querer por no saber que tenías una “patología”… hasta ahora, que soy maravillosa y le acabo de poner nombre a tu problema. 😏
¿Qué dice de todo esto la comunidad científica?
Bueno, este apartado tiene numerosos caminos. Si estás pendiente de los avances científicos, verás que en muchos casos la ciencia es como una comida navideña con tu cuñado. Que tu dices que la hoja de un árbol es verde y el cuñado de turno te dice que eso lo dices tú.
Con la afansía, los cuñados dicen que si que es cierto que existe la patología, pero Krempel y Monzel (2024) refieren que se ha conceptualizado tradicionalmente como un déficit que afecta solo a la imaginería mental voluntaria, ya que las personas que la padecen manifiestan que no pueden evocar imágenes a voluntad, pero que si que tienen sueños con imágenes.
Si bien es cierto, que lo estudios sobre la afantasía no siempre están claros con respecto a lo que evalúan, ya sean imágenes voluntarias o involuntarias, pues algunos de ellos argumentan que las formas de imagen involuntarias están también afectadas, como el ejemplo que dije anteriormente de las imágenes en los sueños (Krempel y Monzel, 2024).
¿Y gracias a ti me doy ya por diagnosticado?
Evidentemente no, ni de broma.
Otro problema que se plantea, es sobre cómo definir la afantasía y si esta debería considerarse una condición o simplemente una diferencia individual, como exponen Blomkvist y Marks (2023).
Ellos definen que tampoco hay una batería de instrumentos psicométricos que puedan detectarla o diagnosticarla, el primer paso para convertirla en algo clínico, sin embargo, los investigadores que trabajan sobre ello, confían actualmente en el Cuestionario de Imágenes Visuales (VVIQ) para “diagnosticarla”, (Blomkvist y Marks, 2023).
En su estudio, describen numerosos puntos en contra de el diagnóstico por este medio del VVIQ, poniendo en tela de juicio que se desvíe de la validez y precisión que requiere un medida científicamente validada y llevando con ello a confusión a quienes se someten a esa prueba al objeto de obtener respuestas relacionadas con lo que les sucede.
Conclusiones
¿No te parece curioso pensar que hay gente sin posibilidad de imaginar escenarios catastróficos? ¿en qué piensa esa gente antes de irse a dormir? ¿no imaginan aquel comentario emitido allá por 1932 en que Paty Pebel se ofendió y les quita el sueño? no, sencillamente no, porque piensan en negro, yn o ven ni el aula, ni la cara de Paty, ni recuerdan la sensación de sonrojo, y eso les produce, como mínimo, un descanso reparador.
Ahora bien, yo no cambio los escenarios que se monta mi cabeza sobre el Caso Olmedo y Peper, ni el recuerdo de mi gatita enseñándome su bebés recién nacidos por ese fundido a negro que te hace dormir bien, también te lo digo.
Espero que te haya parecido tan fascinante como a mí y si quieres, déjame un comentario, estaré encantada de leerte!
📚Bibliografía
Blomkvist, A., & Marks, D. F. (2023). Defining and ‘diagnosing’ aphantasia: Condition or individual difference? Cortex, 169, 220–234. https://doi.org/10.1016/j.cortex.2023.09.004
Krempel, R., & Monzel, M. (2024). Aphantasia and involuntary imagery. Consciousness and Cognition, 120, 103679. https://doi.org/10.1016/j.concog.2024.103679
Zeman, A. (2024). Aphantasia and hyperphantasia: Exploring imagery vividness extremes. Trends in Cognitive Sciences, 28(5), 467–480. https://doi.org/10.1016/j.tics.2024.02.007



