Una ocasión especial
Durante toda mi vida he estado esperando, de forma consciente o inconsciente, una "ocasión especial" porque es la manera en que a mí me enseñaron como correcta forma de vivir. Cuando era pequeña, tenía ropa para ir a clase y ropa para los domingos, pues éstos eran "una ocasión especial". Me hacían un regalo como joyas o así, y no los podía poner a diario, eran para una "ocasión especial".
Cuando nos compraban juguetes nuevos me daba miedo usarlos por sí se me rompían y he dejado en la estantería muñecas con sólo un uso porque por lo visto los juguetes no eran para usarlos, si no para contemplarlos en "una ocasión especial".
Cuando a las milenials nos compraban las típicas hojas de cambiar, yo las tenía de dos tipos; las chusqueras que cambiaba sin pensar y las que guardaba para una "ocasión especial". Ahí están, en el contenedor, un montón de hojas de cambiar que no cambié porque a los adultos se les olvidó enseñarme lo básico.
Con los libros lo mismo, los del colegio había que cuidarlos para que no se estropeasen y tenía que hacer todo en otra hoja a parte por sí servían para futuras generaciones, ¡como si el sistema educativo español de la época permitiera el reciclaje de libros pasadas dos quintas!. Y con los que leía por hobby lo mismo, me inculcaron que era feo hacerles anotaciones en lapicero, doblar hojas o ponerles marcas sobre algo que me gustaba, porque eso era estropearlos y no era algo especial como para marcarlo de ese modo.
Cuando nos mandaban escribir postales por el día del padre o de la madre, nos mandaban hacer una previa, la buena era la que iría para la ocasión especial, pero nadie te explicaba que era exactamente una ocasión especial y te quedabas esperando, con 7 años, a que ese magnífico momento que estaba por llegar apareciese como si de un hada con su varita se tratase, para poner luz y color a todo tu mundo. Sigo esperando, bastantes años después.
En la edad adulta, siempre he pensado que tengo un tipo de variante de Asperger porque yo soy muy de ceñirme a la literalidad de las palabras y si me dices que no quieres verme, entiendo que no quieres verme, no entiendo que quieres verme pero no me dices que quieres verme. Cuando era pequeña me sucedía lo mismo.
Recuerdo en segundo de primaria que teníamos que hacer una postal por el día del padre, para esa "ocasión especial", pero primero tocaba hacer una previa. El matrimonio de mis padres no fue idílico ni lleno de amor a raudales y por aquel entonces, lo que más escuchaba en mi casa era un "si es que no sales del bar!", a un hombre que trabajaba 12h diarias con un camión de mina en mina.
Allí fui yo, con mi papo moreno, a poner esa frase textual en la felicitación por el día del padre y que estuvo colgada en los pasillos del colegio una semana entera ¡y a la vista de todos!.
A mí nadie me avisó de que aquella previa era, en realidad, la de la "ocasión especial" y cuando quise cambiarla, la profesora de turno me dijo que no, que esa estaba bien. Afortunadamente no recuerdo la cara de decepción de mi padre, pero tengo claro que la ocasión fue especial porque con 35 años la sigo recordando como el mayor bochorno de todos los tiempos.
A esta reflexión llego hoy, de adulta, porque cuando escribíamos para un examen te pedían mucho texto a vomitar en poco tiempo, debías meter todo como pudieras y obviar la caligrafía, a veces incluso los signos de puntuación, pues... primaba el conocimiento sobre la materia y lo demás era para una "ocasión especial".
Me he pasado toda mi vida obviando partes ortográficas en mis conversaciones por las aplicaciones de los teléfonos móviles, viviendo deprisa esperando esa "ocasión especial" que nunca llega. Ya lo decía Lewis Carrol en Alicia en el País de las Maravillas; "Si no sabes dónde vas, cualquier camino te llevará allí".
Hubiera estado bien, queridos adultos, que nos hubierais explicado que era eso de las ocasiones especiales porque hubiera aprovechado más mis muñecas sin miedo a estropearlas, hubiera exprimido más aquel jersey que tanto me gustaba o me hubiera puesto más aquel perfume que compré con el ahorro de muchas de mis pagas, que me fascinaba y acabó caducado en algún cajón.
Cuando eres pequeño eres vulnerable y asumes como propias las creencias de otros porque no te dejan pensar por ti, ni ser creativo por ti, si para ellos algo está bien, para ti también debe serlo. Que curiosa reflexión, es tan cierta que muchos psicópatas han desarrollado esta patología por cómo sus padres les trataban. Increíble.
Creo que las ocasiones especiales se presentan cada mañana, por eso ahora escribo en mis libros aunque sea a lápiz (hay costumbres que no he perdido del todo), pongo marcas, subrayo frases, hago anotaciones y expongo mis propios pensamientos, exprimo mi tiempo y trato de aprovechar al máximo mis días haciendo lo que me llena de verdad. Ya no tengo ropa de entre semana y de fin de semana, aunque es cierto que no todos los días me maquillo y pongo vestidos como si fuera a una boda, pero disfruto de lo que tengo porque me gusta. Trato de escribir bien, despacio, pensando lo que pongo y cuidando mi ortografía (a veces me cuesta, estoy tratando de cambiar lo de los último 20 años).
Como nadie me explicó de que iba eso de las ocasiones especiales he decidido, como en tantos otros campos de mi vida, que yo elijo cuales son y he considerado que levantarme cada mañana es una ocasión especial.