Estrés, un enemigo común (I)
Esta mañana todo iba bien. Me he despertado sin alarma, he estado tranquilamente en la cama un rato disfrutando de la paz que las primeras horas del día producen y ordenando mentalmente mi lista de tareas asignadas para hoy.
Cuando ha llegado el momento del “mañana y pasado me examino de ingles, debo hacer estos repasos y comprobar estos errores antes de irme porque en la tarde viajo muchas horas y no me da tiempo” zas. Una sensación de pesar y nervios se ha instalado en mi estómago.
He identificado con suma rapidez que lo que tenía dentro es un exceso de futuro. Mañana y pasado haré mis exámenes, si, pero nada que no haya repetido 100 veces antes. He sido capaz de identificarlo pero, no sin esfuerzo, pues para llegar a esto he pasado muchas batallas anteriores. Así es que hoy, hablemos del estrés.
Que és el estrés
El estrés es uno de los sentimientos más rechazados por el ser humano. Es una emoción contradictoria pues es una emoción de las que peor nos lo hacen pasar pero que es necesaria para nuestra supervivencia.
Según nuestro cerebro primitivo, cuando tenemos una situación de estrés, solo tenemos tres posibilidades para reaccionar: atacar, quedar paralizados o huir.
Gracias al estrés, podemos salvar nuestra vida. Dicho así suena bien, pero realmente ahora no es tan útil como en los tiempos prehistóricos. En la actualidad reaccionamos con exceso de estrés, de la misma manera que si de verdad fuésemos a morir, ante unas circunstancias que no tienen un peligro potencial para nosotros. Esta mala gestión es la que provoca los sufrimientos, bloqueos y la infelicidad.
¿Qué tipos de estrés hay?
Podemos distinguir estrés de tres tipos:
a) Distrés: este es el estrés negativo.
b) Hipoestrés: nos encontramos en del cuando estamos por debajo del nivel mínimo de estrés de manera continuada, es decir, cuando atravesamos una etapa en nuestra vida en la que por un largo tiempo no experimentamos ninguna circunstancia estresante por falta de objetivos.
c) Estrés: este es el estrés constructivo. Este es el mínimo de estrés que necesitamos para estudiar un examen, perder peso o salir a correr. Para conseguir cualquier meta necesitas un estrés óptimo que te empuje, y es este.
Como influye en la productividad
Cuando sufrimos de estrés en el trabajo por ejemplo, la capacidad de concentración merma, pudiendo hacernos que dudemos incluso de nosotros mismos y de nuestras capacidades. Por culpa del estrés tardamos más tiempo en cumplir con nuestras tareas o lograr objetivos que nos hubiéramos propuesto, e incluso podremos sentirnos mas torpes y cometer más errores, transmitiendo con ello al resto nuestra inseguridad.
Las primeras señales que vamos a notar son esas, que conforme avanzamos cometemos mas errores y nos sentimos cada vez mas torpes mientras realizamos tareas rutinarias que antes hacíamos con soltura. El cerebro nos avisa de que debemos empezar a relajarnos y que necesita que tomemos un descanso.
Si ignoramos los avisos, el estrés puede producir enfermedades físicas. Conocemos muchos casos en los que esto se ha materializado en enfermedades fruto de somatizar cuadros de estrés.
Ahora que ya sabemos que es el estrés, vamos con unas herramientas para tratar de disminuirlo.
Herramienta 1: Relativización y humor
Hay estudios que han demostrado que el sentido del humor y el acto de relativizar situaciones duras o traumáticas, nos producen la sensación de desprendernos de una gran carga.
El acto de reírse está demostrado que reduce la carga de estrés. Los niveles de ansiedad disminuyen y todo ello contribuye a mejorar la resiliencia de las personas.
Una cosa que se puede hacer es, antes de afrontar una situación de estrés, visualizar algo que nos haga reír como vídeos divertidos o rememorar un recuerdo gracioso. Este simple ejercicio ayuda a aligerar un poco la carga emocional.
Herramienta 2: Reducción de autoexigencia
Cuando somos autoexigentes, podemos llegar a ser muy crueles con nosotros mismos y con nuestros resultados. En muchas ocasiones, estos niveles de autoexigencia son mas duros que si vinieran de un superior.
Para solucionarlo, deberíamos intentar cambiar nuestra forma de pensar. No es tan sencillo, pues requiere unos cambios en autocompasión y respecto propio. Para hacerlo, puedes esperar al final del día y hacerte las siguientes cuestiones:
Herramienta 3: Respetarte a ti mismo y poner límites.
Aprender a respetarte y poner límites, tendrá una repercusión positiva y directa sobre tu productividad. Si puntualmente, un día, te quedas trabajando más tiempo del habitual, podrás notar una mayor productividad pero si lo haces por sistema, tendrás un problema a largo plazo.
Debes tomar conciencia de que el respeto a tu límites, horarios, posibilidades y momentos de ocio y conciliación familiar, sólo dependen de ti.
Esta herramienta es sencilla. Puedes elaborar bloques de tiempo en que tengan cabida las cosas que planteas hacer. Deben ser bloques de tiempo reales, por ejemplo no sería correcto que asignaras 1 hora a una tarea que sabes que te va a llevar una semana.
Esto lo irás graduando tu conforme vaya pasando el tiempo, tampoco te agobies al principio, las cosas con el tiempo se van acomodando, es cuestión de cogerles el tranquillo.
Y a ti, ¿qué te estresa? Déjamelo en comentarios.