Hoy estoy en la biblioteca, tuve que dejar el coche en el taller y era el mejor modo de economizar mi tiempo. Me he parado un segundo, tras un rugir de mi estómago a observar el entorno que me envuelve. A mi izquierda hay un señor relativamente mayor, le calculo unos 67 años, sostiene un libro con las portadas blandas, negro, no alcanzo a leer desde aquí el título pero por la sala en la que me encuentro, es un libro que consulta pues no dejan llevarlo a casa. Dentro de las páginas del libro sostiene un bolígrafo. No me hubiera llamado la atención su persona si no fuera porque está profundamente dormido, hasta el punto en que la cabeza va a terminar por golpear contra su mesa.
No estaba muerto, estaba de parranda.
No estaba muerto, estaba de parranda.
No estaba muerto, estaba de parranda.
Hoy estoy en la biblioteca, tuve que dejar el coche en el taller y era el mejor modo de economizar mi tiempo. Me he parado un segundo, tras un rugir de mi estómago a observar el entorno que me envuelve. A mi izquierda hay un señor relativamente mayor, le calculo unos 67 años, sostiene un libro con las portadas blandas, negro, no alcanzo a leer desde aquí el título pero por la sala en la que me encuentro, es un libro que consulta pues no dejan llevarlo a casa. Dentro de las páginas del libro sostiene un bolígrafo. No me hubiera llamado la atención su persona si no fuera porque está profundamente dormido, hasta el punto en que la cabeza va a terminar por golpear contra su mesa.